Cuando a mi pequeña le diagnosticaron celiaquía entré a formar parte de un colectivo de personas para quienes la cocina diaria se convierte en algo un poco más complicado que para el resto de mortales. Como bien dice la doctora de mi hija, los celíacos son niños sibaritas (lo dice así porque es pediatra, pero lógicamente se extiende a los celíacos de cualquier edad). Con ellos no valen ofertas de 3×2, hay que comprar lo que no tiene gluten y punto. Casualmente los productos de calidad “extra” son los que suelen venir etiquetados como “sin gluten”, esto no quiere decir que otros productos más económicos lo lleven, pero ante la duda no podemos jugar con nuestra salud.
En torno a la celiaquía y al mundo sin gluten hay un mercado emergente en los últimos años, casi tanto como la explosión repentina de casos de celiaquía en nuestra sociedad. Algunos empresarios se han dado cuenta del nicho de consumidores que supone esta intolerancia. No sólo en cuanto a supermercados se refiere, poco a poco también van proliferando los negocios sin gluten, panaderías y obradores, hoteles y restaurantes. Esto ha contribuido a que tengamos más donde elegir y que los precios (a pesar de distar mucho de productos “normales”) se hayan moderado algo.
Evidentemente si un grupo de amigos sale a cenar una noche y entre ellos hay algún celíaco escogerán un local donde puedan comer todos con total y absoluta seguridad, sin que nadie se quede al margen. Con lo que el mercado es mucho más amplio que ese 1% de población diagnosticada, ya que los celíacos tienen familia y amigos que modifican sus hábitos para adaptarse a este pequeño contratiempo, ya que para los demás no supone un grave trastorno mientras que para un celíaco cenar en un restaurante no preparado para ellos es un verdadero suplicio, cuando no sufren una contaminación y se ponen malos.
En cuanto a los supermercados el ejemplo más claro lo tenemos en Mercadona, el “paraíso” para las personas celíacas. Aunque cada vez en más sitios hacer la compra se está convirtiendo en una tarea más fácil. Si bien es cierto que en su afán por captar clientes hay empresas que se han dedicado a etiquetar como sin gluten productos que naturalmente no lo contienen, contribuyendo con ello a crear un poco de confusión. No olvidemos que en una casa donde hay un celíaco si se compra jamón de york (por poner un ejemplo) se compra sin gluten para toda la familia.
Quién no conoce a celíacos diagnosticados hace diez o quince años (muchos de los que leáis esto probablemente) que nos cuentan lo difícil que era en ese momento saber si los productos eran aptos o no. Se ha conseguido mucho en los últimos años, en parte gracias a todas esas personas que desde hace años trabajan para conseguir normalizar nuestra situación y sensibilizar a la sociedad. En parte por el trabajo de las asociaciones oficiales. Poco a poco se irá consiguiendo más. Un correcto etiquetado de los alimentos es fundamental, no sólo para el colectivo celíaco, sino para tantas personas que padecen alguna intolerancia alimentaria. Hoy en día se están convirtiendo en algo habitual, hasta el punto de que la OMS piensa que la verdadera pandemia de este siglo serán las alergias/intolerancias alimentarias.
¿Cómo lo habéis vivido vosotros? Si os han diagnosticado hace años me gustaría que contaseis vuestra experiencia.
¡Muchas gracias!
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