En cualquier caso la prueba se puede hacer en cualquier momento, sólo hace falta un poco de empatía.
¿Te pones en mi lugar?
Voy a recrear por encima como puede ser un día normal en la vida de un celíaco.
Se levanta por la mañana como todo el mundo, sale para el trabajo (si tiene la suerte de tener trabajo) y antes de entrar se para en una cafetería al lado de su oficina para desayunar con sus compañeros. “Camarero un café con…” Con nada, porras, churros, tostadas, croissants, magdalenas… Nada es apto para la dieta de un celíaco. Así que como tiene por costumbre tira de bolso y saca unas galletas sin gluten o cualquier otro apaño que nunca falta entre sus habituales.
A media mañana toca hacer un alto en el camino, ¿un montadito? No, no, no… Bueno a estas horas la solución es fácil, un yogurt, otra fruta, unas patatas fritas de bolsa (cuidando que no tenga ingredientes extra que sino te contaminas). Ni se te ocurra asomar la cabeza por las maquinitas de avituallamiento propias de los pasillos de la empresa. Así que tiras de bolso otra vez. A estas alturas ya podréis imaginar que el bolso de un celíaco es un saco sin fondo de tamaño XL.
A la hora de comer con un poco de suerte el catering de tu empresa dispone de carne a la plancha y ensalada. No puedes tomar pasta, del arroz no te fías demasiado por los colorantes o la contaminación cruzada. Las patatas fritas dependiendo de donde las hayan preprado pueden ser tóxicas para ti. Filete y ensalada está bien, un menú sano ¿todos los días? ¿Vamos entendiendo porque los médicos dicen que los celíacos son las personas más sanas de su consulta?
Al salir de trabajar toca alternar un rato con los amigos ¿unas cañas? Cerveza no que tiene gluten. Afortunadamente hay cada vez más hosteleros que disponen en su local de cerveza sin gluten, lo suelen anunciar con grandes letreros (está claro que no es habitual que la haya porque sino no sería necesario anunciarlo). Si no puede ser cerveza un refresco o un vino está bien. Eso sí cuidado con los aperitivos que no siempre son aptos, con un poco de suerte te caen unas aceitunas o unas patatas fritas, a las que se tira todo el mundo como si a ellos no les hubiesen puesto su magnífico aperitivo acompañado con un buen trozo de pan.
Antes de llegar a casa hay que hacer una parada en el supermercado para hacer algo de compra. Kilo de harina 2,65 (la más baratita), si necesitas un mix para postres u otro tipo de harinas más “sofisticadas” prepárate para pagar de 4 a 6 euros el kilo. ¡Buen precio! Aquí me vienen a la cabeza unas palabras de la doctora de mi hija “los niños celíacos son niños sibaritas”. ¡Y los adultos!
Y por fin cena en casa, con tranquilidad de comer sin riesgos lo que verdaderamente te apetece, sin necesidad de interrogar al camarero sobre cómo están elaborados los alimentos y sin tener que entrar hasta la cocina para comprobar que no hay contaminaciones indeseadas.
Llegando el fin de semana el celíaco se va al cine (de momento no hay películas no aptas a no ser que sean muy malas) pero no puede tomar un bol gigante de palomitas de maíz. Porque aunque el maíz es apto para los celíacos cuando en la misma máquina se hacen palomitas de colores no siempre los colorantes son aptos y puedes contaminarse.
Pero cuando el celíaco conecta su ordenador descubre que existe una comunidad de gente maravillosa en este mundo de la celiaquía. Gente que desinteresadamente presta su ayuda para encontrar la mejor receta de pan, el mejor bizcocho, la mejor fritura de pescado. Gente que cuenta sus anécdotas y que le hace perder la vergüenza que le da llegar a un sitio y preguntar. Gente que anuncia donde hay la mejor oferta de productos para celíacos en el momento. Gente que le cuenta dónde cenaron estupendamente, desde Madrid a Nueva York. Nunca una pregunta lanzada al vacío de la red en los grupos de internet se queda sin respuesta.
¿Cómo lo ves? ¿Te pones en mi lugar?
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