Os traigo una vez más una receta salida directamente de los fogones de mi tía Lita, la que vive en Italia. Esto se viene preparando en mi casa desde hace años y es de las recetas que yo he adaptado a la vida sin gluten que vivimos ahora.
La berenjena es una hortaliza muy utilizada en el arco mediterráneo muy sabrosa. La receta que os voy a proponer la trajo mi tía hace años y desde entonces es un clásico en casa. Son un magnífico acompañamiento para carnes. Y si nos pasamos con la cantidad y nos sobran están estupendas al día siguiente si las metemos en una salsa de tomate casera.
Esta receta además de ser apta para celíacos lo es para vegetarianos y puede serlo para intolerantes a la lactosa si utilizáis un queso rallado sin lactosa, el más fácil de encontrar es Kaiku aunque me advierte Cocina Sin que os diga que contiene un 0.01% de lactosa y que eso puede suponer un problema para personas con una intolerancia alta.
Ingredientes:
Tres berenjenas
Un huevo
Queso rallado (100 gramos)
Pan rallado
Sal
Aceite de Oliva Virgen Extra
Preparación:
En una olla ponemos agua a hervir, pelamos las berenjenas y las cocemos enteras. El tiempo de cocción dependerá del tamaño de las berenjenas. Las de tamaño más o menos normal tardan en torno a 20 minutos, las podéis pinchar para ver cómo están.
Cuando estén cocidas las escurrimos y dejamos enfriar. Las cogemos entre dos papeles de cocina, o dos paños para escurrirles bien el agua. Cuando más agua les saquéis más ricas quedarán. Las ponemos en un bol y con un tenedor aplastamos la carne de las berenjenas, yo cuando tengo mucha prisa las paso con la batidora, pero quedan más ricas si se hace esta operación a mano. Ponemos el huevo entero y lo mezclamos con la carne de las berenjenas. Añadimos queso rallado, el parmesano les va genial. Yo pongo aproximadamente 100 gramos para las tres berenjenas.
Llegados a este punto vemos la consistencia de la masa y si está demasiado blandita añadimos un poco de pan rallado para hacer la masa manejable. Hacemos bolitas y las aplastamos de forma que queden croquetas planas. Las pasamos por pan rallado y freímos en abundante aceite de oliva virgen. Las escurrimos en un papel y listas.
Un clásico en casa y una auténtica delicia.
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